Denis Viénot, presidente de Chrétiens en forum
 Algunas cosas aprendidas en el Foro Social Mundial

El agua no es una mercancía como las demás. Ni siquiera es una mercancía. Es la vida misma de toda la humanidad


El Foro Social Mundial que acaba de celebrarse en Belem (Brasil) no podía haberse llamado de otra manera: Foro. Porque entre más de 2000 coloquios, talleres y seminarios, este mega encuentro lleno de colorido no deja de ser un momento excepcional de mezclas e intercambios para alimentar la reflexión y el dinamismo de los 130.000 participantes venidos de diferentes horizontes de la sociedad civil del mundo. Todo ello impregnado de ese espíritu brasileño tan universal gracias a su música y a sus bailes.

Y no sólo fue un foro, sino además social. Porque el reto de ese encuentro es ante todo afirmar concretamente que los más pobres son las primeras víctimas del mal funcionamiento de los más ricos del planeta: crisis financiera, desajuste climático… El riesgo evidente de este tipo de encuentro es quedarse en la etapa del ágora; pero no fue así: a pesar de la efervescencia de la organización material, este foro dejó bien claro que la voz de los pobres debe escucharse si el mundo quiere seguir siendo humano. Cuatro ejemplos para ilustrar esta dinámica social.

El primero, el taller en el que se reunieron una parte de los campesinos brasileños metidos en el proceso infernal de producción de aves cada vez más presionados por una empresa vendedora de comida y por otro lado el compañero camerunés víctima de las exportaciones procedentes de Europa. Al brasileño se le acumulan las deudas y exporta su producción. Europa sólo guarda lo mejor y manda a África las osamentas congeladas, arruinando así a los productores. Además son malas para la salud pues las rupturas de la cadena del frío son frecuentes, entre las averías eléctricas y las temperaturas ambiente.

El trabajo sobre la crisis financiera, apoyado sobre todo por el CCFD, Secours catholique y Attac, permitió sacar algunas orientaciones fuertes. Frente a una crisis sistémica, « alimentaria, financiera, económica, climática, energética, migratoria… y de civilización », no basta con socializar las pérdidas para garantizar la supervivencia de un sistema que privatiza todo, hasta la naturaleza. Hay que velar por satisfacer las necesidades sociales y respetar los derechos de la naturaleza, garantizar la armonía entre la Madre Tierra, la sociedad y la cultura, como dice la declaración de los pueblos indígenas. Para ello hay que revalorizar los papeles de los Estados y de Naciones Unidas: poner en marcha de una verdadera regulación del sector financiero, introducir criterios sociales y medioambientales en los mecanismos de financiación y de crédito, desmantelar los paraísos fiscales y luchar contra la corrupción, exigiendo, por ejemplo, más transparencia en los contratos nacionales e internacionales, en sus royalties y beneficios, vigilar también las elecciones y su financiación, como hace desde hace la Iglesia en Filipinas.

En su declaración final, « La asamblea del agua » consideró que nuestro sistema económico « ha declarado la guerra a la naturaleza, al agua, al aire, a la tierra, a los bosques, a todos los bienes comunes naturales ». Rechazó categóricamente la privatización del agua en cualquiera de sus formas, pero pidió que se garantice la solidaridad entre generaciones. El agua no es una mercancía como las demás. Ni siquiera es una mercancía. Es la vida misma de toda la humanidad. Ahora bien, los « piratas del agua » la compran, por ejemplo, en Argentina para venderla diez veces más cara en Oriente medio. Un informe del Programa de Naciones Unidas para el medio ambiente señala que el 17% de la selva amazónica ha sido destruida en cinco años para vender la madera, instalar cultivos de soja y agro-combustibles y aumentar la cría de ganado… La cuestión es si no va a desaparecer definitivamente dentro de veinticinco años si todo sigue como está ahora mismo. El obispo, presidente de Justicia y Paz para la región Noreste de Brasil, Don José Luiz Azcona, nos preocupa cuando describe esta región como un territorio vendido por Brasilia a las grandes empresas. « La asamblea de los movimientos urbanos » amplió la noción de derecho a la vivienda al concepto de « derecho a la ciudad », amenazada por la multiplicación de desposesiones forzosas. Este derecho global al hábitat quiere integrar la justicia social y medioambiental. Una visita al principio de nuestro viaje a dos ocupaciones ilegales organizadas en la ciudad y en los alrededores de Belem por el Movimiento de los Trabajadores Urbanos sin Techo nos ilustró la problemática. Se trata, como en el medio rural con el Movimiento de los campesinos sin tierra, de instalarse en terrenos vacíos, baldíos y de aguantar para obtener al cabo de muchos años un reconocimiento judicial a beneficio de familias enteras de « ocupas ».

En resumen, el octavo Foro Social Mundial expresó de nuevo su voluntad inicial que es permitir « que cualquier ser humano y que todo ser humano » (Pablo VI) se desarrolle. Pero que se desarrolle concretamente, carnalmente… Como me decía un amigo boliviano, en su lengua amarra, la palabra desarrollo no existe, pero sí la palabra « vivir bien ».


 
 




Apertura del Foro Social Mundial en Belem el 27 de enero. Frente a l una crisis sistémica hay que velar para garantizar la armonía entre la “Madre Tierra”, la sociedad y la cultura”, como dice la declaración de los pueblos indígenas.
 LUCIVALDO SENA/AE/AFP